Manifestación contra la impunidad, o manifestación impune?
By Jose Angel Garcia
(The University of Sheffield)

Desafortunadamente, la idea de un derecho a la libre manifestación en México ha sido ya incorrectamente asociada a marchas, plantones y bloqueos, propiciando actos de vandalismo. Por qué mientras se manifiesta contra la impunidad se exige ahora dejar impunes los resultados de una manifestación vandálica? Read more

Manifestación contra la impunidad, o manifestación impune?


(The University of Sheffield)

Manifestación pacífica, marcha, plantones y bloqueos no son sinónimos. Desafortunadamente, la idea de un derecho a la libre manifestación en México ha sido ya incorrectamente asociada a dichas acciones, propiciando actos de vandalismo.

La Ciudad de México es, sino el semillero, el lugar por excelencia para la realización de marchas y manifestaciones. Desde asociaciones políticas, pasando por organizaciones de la sociedad civil, hasta grupos de ‘reggaetoneros’ hacen suyo el derecho de reunirse, marchar y protestar a lo largo del D.F. Y es que, es sumamente cierto; sin libertad de expresión, análisis, discusión y manifestación, ninguna sociedad puede avanzar para alcanzar el bien común.

Hablando específicamente del derecho a la manifestación, éste es un derecho que toda sociedad debe gozar; es una obligación de todo gobierno democrático y una garantía de buena gobernanza. Por ello, como lo hicieran por primera vez las constituciones belga de 1831 y la francesa de 1848, la ley Mexicana debe proteger, promover y garantizar el derecho de asociación, petición y manifestación de ideas por medios pacíficos. Ha sido gracias a manifestaciones que se han logrado cambios sociales importantes alrededor del mundo. Por ejemplo, la marcha por los derechos civiles en Washington en 1963 dónde Martin Luther King Jr. pronunció su famoso discurso ‘Tengo un sueño’ (“I have a dream” en inglés) o las manifestaciones para lograr el voto a las mujeres en Estados Unidos.

Sin embargo, el derecho a la manifestación no debe ser usado para justificar actos que atenten contra el estado de orden y paz públicos. Es muy cierto que en su artículo 9º  la Constitución Mexicana establece la libertad de asociación pacífica con un objeto lícito. Sin embargo, el artículo 6º de la propia Constitución menciona también que dicho derecho está sujeto a que no se ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público. Hablando de convenciones internacionales, la Convención Americana de Derechos Humanos, reconoce el derecho de reunión, siempre y cuando éste se dé de forma pacífica, sin armas y sin alterar la seguridad y orden públicos.

Si consideramos lo anterior, el pasado Sábado fuimos testigos del movimiento #1Dmx, un movimiento que comenzó siendo pacífico pero que se convirtió o desintegró en una protesta violenta, fuera de control, usada en contra de propiedad pública y privada, y del orden público. La manifestación, que de acuerdo a algunos de los participantes se realizaba en contra de la impunidad en la ley electoral, inició como un movimiento de carácter pacífico alentado por asociaciones como la del movimiento #Yosoy132 y la Sección 22 de profesores de Oaxaca. Sin embargo, con el paso del tiempo, y dada la propia desorganización de la manifestación; individuos, actores y grupos de choque de fuera y dentro de #YoSoy132 hicieron -en palabras de Cesar Colín uno de sus representantes- uso de la violencia como método de discurso político.

A pesar de que la Asamblea integrante y organizadora de dicha ‘operación’ –como llamarón a la manifestación del día 1 de Diciembre– emita comunicados y llame a ruedas de prensa donde se deslinda de toda actividad ilícita o violenta en dicho día, el hecho de que ciertos participantes de dicha manifestación –miembros o no de #132– actuaron en hechos ilegales, es innegable. Con camiones incendiados, ataques a la autoridad, destrucción de cajeros automáticos, ataques a automovilistas y pintas a monumentos históricos entre otros daños, la actuación de los cuerpos policíacos no sólo era necesaria, sino demandable.

Muchos, principalmente los organizadores del movimiento y medios de comunicación afines a él, hablan ya de represión policial, de un operativo de seguridad torpe y de un uso de fuerza desproporcionado. Sin embargo, cual era entonces la respuesta que se esperaba por parte de las fuerzas del orden frente a tales hechos vandálicos? Como ciudadanos buscamos siempre la efectividad policiaca frente a un robo o cuando grupos del crimen organizado incendian tráileres y bloquean avenidas. Por qué entonces defender a quienes atacaron el orden público? Por qué mientras se manifiesta contra la impunidad se exige ahora dejar impunes los resultados de una manifestación vandálica? 

No se trata de ir en contra de organizaciones sociales, puesto esto sería condenable. Tampoco sería correcto decir que el desarrollo de manifestaciones organizadas por organizaciones sociales como #yosoy132 es el problema, pues es gracias a estos movimientos que existe una mayor diversidad de opiniones en lo que Habermas llama la esfera pública. El problema es la inherente desorganización de manifestaciones como la del #1Dmx, carentes de una claridad en sus objetivos, participantes, organización y fin último. 

Lo anterior sólo lleva a confundir y a defender puntos antagónicos: mientras inicialmente organizaciones como #yosoy132 se desligaban de los responsables de actos vandálicos, las mismas organizaciones terminan defendiendo a los encapuchados e incitadores presos quienes ahora son considerados ‘compañeros’ del movimiento.  


El mito de la imposición o “ya estuvo compa”

Por Ramón I. Centeno
(The University of Sheffield)

La idea de que Peña Nieto está en la Presidencia como producto de –vienen las palabras mágicas- “una imposición”, es de las más dañinas en el mundo de los activistas de izquierda en el México de hoy, y es necesario combatirla. Se trata de una noción que no convence a nadie. Su falsedad es la razón por la cual la (preocupante) brutalidad policiaca que encontraron las protestas contra el nuevo presidente este 1 de diciembre fue ampliamente aplaudida en el país, incluso por “los pobres.”


No estoy seguro de quién acuñó el mito pero el sello de familia es inconfundible, pues todo lo que esa idea sugiere se acopla con naturalidad a la explicación que López Obrador dio de su derrota: incapaz de reconocer sus propios errores, todo lo explica mediante el árbitro vendido. Este personaje, en su mitin, también el pasado 1 de diciembre, reiteró su convicción de que “nos han robado la Presidencia en dos ocasiones”, por lo cual hoy tenemos un “gobierno surgido del fraude electoral.” Por lo tanto, el gobierno “impuesto” de Peña Nieto “es ilegal e ilegítimo.” En pocas palabras, López Obrador confunde sus deseos con la realidad. Vamos por partes.

Mientras más rápido lo reconozcamos, mejor: no hubo imposición alguna. No cuando el actual presidente obtuvo más votos que los otros candidatos. Incluso si “la doña” votó por el PRI porque le ofrecieron un vale de Soriana, lo hizo por voluntad propia. En efecto, aquí se puede argumentar que esto se llama coacción. Lo cierto es que si esos votantes hubieran visto algo mejor que un vale de Soriana, habrían votado de otro modo. En algún sentido, estos votantes tienen razón: PRI, PAN y PRD no se distinguen demasiado unos de otros, con una diferencia: el día de la elección sólo uno les ofreció la despensa de la quincena. Así las cosas, ¿quién tiene éxito en presentarse como más cercano a los intereses populares? Aquí está “el secreto” del PRI.

¿Qué hay de la acción de las televisoras? ¿No es eso una imposición? En realidad la pregunta debería ser otra: ¿debe sorprendernos su actuación? Pareciera que acabamos de hacer el descubrimiento del siglo cuando en México se comenta que los dueños de los medios de comunicación tienen intereses que los llevan a favorecer determinadas agendas. Esto siempre ha sido así y lo seguirá siendo mientras la función social de informar sea tratada como un negocio más. Ninguna revolución (estadounidense, francesa, rusa, mexicana, árabes, etc.) se ha realizado con los medios a su favor.

Y a pesar de la evidente inconsistencia del discurso de la imposición, este es hegemónico en el mundo del activismo mexicano. Pero como decimos en los barrios del DF, “ya estuvo compa.” No necesitamos inventar un mito demoníaco para dejarnos seducir por la militancia. ¿Por qué siempre la izquierda se coloca en el lugar de víctima? ¿Qué placer encontramos en emular la crucifixión de Jesucristo?

En efecto, aunque la tradición cristiana ha sido rechazada por el ateísmo, muchas de sus metáforas se reproducen una y otra vez por este, a veces con más pasión. En el extremo retorcido está por supuesto el estalinismo, donde “la autocrítica” era una obligación, lo cual no era otra cosa sino el rito de “la confesión” disfrazado. El “pecado” de “los sentimientos carnales” fue sustituido por “las desviaciones pequeñoburguesas”, que en ambos casos deben producir “culpa”. Pero hay más.

Estamos mal acostumbrados a representar el papel del sacrificio frente a un orden lleno de pecado, donde nuestras victorias sólo pueden ser morales. Esto no puede seguir. La superación de la catástrofe social en curso -producto de la depredación planetaria del capitalismo- tiene minúsculas posibilidades de éxito. Esa es la verdad. Y tales posibilidades sólo pueden maximizarse si el renacimiento que la izquierda requiere pasa por el abandono radical de toda auto-flagelación.

Hay dos grandes formas de discurso político: el del cambio y el del orden. El primero es el lugar tradicional de “la izquierda” y el otro el de “la derecha”. Por ello la izquierda siempre está contra la pared. No terminamos de entender que las sociedades están compuestas por “gente normal”, con legítimas aspiraciones de tener una vida feliz en familia, con un perro, navidades, etc. La derecha siempre capitaliza a su favor ese hecho para presentarnos como peligros a esos deseos sociales. Es hora de invertir la ecuación. Frente al caos presente, nosotros queremos la armonía. En lenguaje del barrio, México es un pinche desmadre que nosotros vamos a arreglar.

El PRI ganó una compleja batalla política, pero como bien apuntaba Lenin, “el reconocimiento de un hecho o una tendencia como realmente existente de ningún modo implica que debe ser aceptado como una realidad que constituye una norma para nuestras acciones.” Entonces, debemos denunciar que el regreso del PRI es un desorden que sólo mantendrá el riesgo permanente en que viven las familias mexicanas, sobre todo las de las clases populares, que son la mayoría del país.

En México, ¿no es acaso la Guerra contra el Narco un tremendo peligro para nuestras familias? ¿El esposo que tal vez no vuelva del trabajo? ¿La hija que puede ser la nueva “muerta de Juárez”? En el terreno económico, ¿no es acaso el actual capitalismo de cuates el gran obstáculo para que nuevas generaciones formen sus familias? ¿El hijo que no puede independizarse por el desempleo? ¿La madre que no puede jubilarse en paz porque debe usar su ingreso para mantener hasta a los nietos?

Es justo este terreno el que debemos disputar y que hoy está ocupado por las fuerzas nefastas que radicalizó Calderón, justificando la Guerra al Narco bajo el eslogan: “para que la droga no llegue a tus hijos.” Mientras tanto, muchos activistas siguen buscando en López Obrador la alternativa que no es, al tiempo que se entretienen con una “imposición” que inventó aquél. Si aspiramos a que futuras protestas cuenten con la simpatía popular, debemos dejar claro qué es lo que queremos y recordar que la toma de calles es un medio, no “el” fin. Como sugiere Žižek por ahí en relación con el problema del Estado, y modificado un poco por mí para generalizar: “si usted no tiene una clara idea de con qué quiere reemplazar lo existente, no tiene derecho de salirse de lo que existe.” Es hora de ponernos serios y de no tener miedo de postularnos al timón de mando. La cuestión comunista debe salir de nuestras bocas no como “crítica al sistema”, sino como alternativa al caos actual. Nos urge esa metamorfosis.

El mito de la imposición o "ya estuvo compa"
Por Ramón I. Centeno
(The University of Sheffield)

La idea de que Peña Nieto está en la Presidencia como producto de –vienen las palabras mágicas- “una imposición”, es de las más dañinas en el mundo de los activistas de izquierda en el México de hoy, y es necesario combatirla. Se trata de una noción que no convence a nadie. Su falsedad es la razón por la cual la (preocupante) brutalidad policiaca que encontraron las protestas contra el nuevo presidente este 1 de diciembre fue ampliamente aplaudida en el país, incluso por “los pobres.” Read More