La UNAM, una inversión con retorno asegurado?


La UNAM, una inversión con retorno asegurado?
By Jose Angel Garcia
(The University of Sheffield)

Hace un par de días tuve la oportunidad de visitar a un amigo en la UNAM. Entrando a Ciudad Universitaria es imposible no admirar la extensión de la que es la universidad más grande de América Latina. Sus múltiples y altos edificios, repletos de murales de artistas como Juan O’Gorman, Francisco Eppens, y Siqueiros, nos hacen recordar su importancia histórica, educativa y científica.
Generalmente, al escuchar sobre universidades multiculturales, inmediatamente pensamos en instituciones educativas de países como el Reino Unido o Estados Unidos. Sin embargo, al caminar por el mundo de islas, túneles y pasillos de la UNAM es posible notar de inmediato la diversidad cultural, educativa y social de sus alumnos, académicos y personal. Con sus más de 324,000 estudiantes y 36,750 académicos no resulta difícil encontrar personas de diferentes nacionalidades, formación académica y cultura. Por ello, y dada su amplia oferta académica de  más de 100 programas de  Licenciatura y cerca de 90 programas de Maestría y Doctorado, indudablemente la UNAM se ha convertido en fuente de conocimiento a nivel internacional. Una fuente de conocimiento generalizada, masiva y pública a un costo tan bajo para todo estudiante de Licenciatura igual o menor a $200 pesos anuales. Desafortunadamente, es precisamente su magnitud y bajo costo para los alumnos que la máxima casa de estudios de México no puede desarrollar plenamente su potencial de enseñanza e investigación.
Hace poco leía en un artículo la opinión de Enríquez Cabot, investigador científico mexicano de la Escuela de Negocios de Harvard, dónde mencionaba lo que desde mi punto de vista es sumamente cierto: “En México tenemos tanto miedo de ser elitistas que no nos importa la selección de los mejores alumnos y maestros”. 

De 2011 a 2012, el presupuesto otorgado a la UNAM creció de 29 mil 233 millones a 31 mil 653 millones. Considerando que los campos de docencia, investigación y difusión cultural –sectores en los que de acuerdo al Consejo Universitario de la UNAM se destina el total de presupuesto– son parte integral en la educación de cada estudiante,  México invierte alrededor de $97,694 pesos por año por estudiante de la UNAM. Una cifra que no se aleja demasiado del costo de universidades privadas, dónde cada estudiante paga en promedio una colegiatura semestral de $40,000 pesos, es decir, alrededor de $80,000 pesos por año.
Desafortunadamente, a pesar de que la UNAM produce el 35% de los artículos científicos del país y que más del 55% de su planta docente de tiempo completo es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, en 2004 solamente 47% de total de sus egresados se titularon, una cifra que aumentó sólo un 9% para 2011. Más aún, licenciaturas como Economía cuentan con una eficiencia terminal de solo el 20% (datos del 2011).
Lo anterior nos hace reflexionar, no sólo como analistas, sino como ciudadanos, qué hay de la relación inversión-resultado en la educación? Si uno de los fines de la UNAM es impartir educación superior para formar profesionistas (entiéndase titulados) útiles a la sociedad, por qué entonces invertir en la educación de personas que no llegan a completar sus estudios?  
Es muy cierto que para poder lograr el desarrollo socio-económico de un país es necesario terminar con el analfabetismo y, por tanto, proveer educación a la población. Sin embargo, el problema de falta de oportunidades educativas para los jóvenes en México, considerado por el Dr. Rodríguez una bomba de tiempo, no será resuelto con un incremento constante (y cada vez mayor) en el gasto/inversión en la educación superior. Como se ha sugerido en varios foros internacionales, "no se trata de gastar más, sino de invertir mejor".
Hace unos días Emilio González analizaba el caso de la destitución de la Maestra Elba Esther Gordillo como posible solución al rezago en la educación básica en México. En esa ocasión González mencionó que su destitución –de la Maestra– puede ser deseable, más sería una salida falsa al problema de la educación. Aunque casos distintos, ocurre lo mismo con la educación superior. Por ejemplo, para lograr una mayor eficiencia terminal, la UNAM ha ‘simplificado’ las opciones de titulación, reduciendo, desde mi punto de vista, la calidad académica de los programas de estudio de una de las mejores universidades de Latinoamerica.
Tal parece que bajo el modelo de educación superior actual, el cual da preferencia a una ‘educación de masas’ sobre educación selectiva y de calidad, el invertir miles de millones de pesos en la UNAM no tiene el retorno y ganancias sociales que su rector ha esperado.

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