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¿Camioneta para Ferrari o narcos para todos?


Jose Angel Garcia
(The University of Sheffield)

Todos hemos escuchado, visto o leído acerca del Servicio Secreto protegiendo al Presidente Estadounidense, la División de Fuerzas Especiales de Scotland Yard al servicio del Primer Ministro Británico y del Estado Mayor Presidencial garantizando la seguridad del Presidente de México. No importando dónde, todo Estado busca la forma de garantizar la seguridad de los gobernantes. Por ejemplo, en el Reino Unido, David Cameron cuenta con al menos un auto Jaguar blindado valuado en $6 millones de pesos. Barack Obama, se traslada en ‘La Bestia’, un Cadillac blindado  de un costo  aproximado de $5 millones de pesos. España, país en recesión económica, dota a sus alcaldes con autos de un valor de 1.5 millones de pesos cada uno. Todos ellos, países donde las tasas de criminalidad son considerablemente menores que en México.
Teniendo esto en cuenta, ¿por qué  es entonces alarmante el que Bruno Ferrari, Secretario de Economía de México, pretenda comprar una camioneta blindada de menos de 2 millones de pesos?
En el actual ‘conflicto’ contra el narcotráfico, alcaldes, militares y todo tipo de servidores públicos han sido amenazados de muerte, ‘desaparecidos’ o asesinados por el crimen organizado. Como funcionarios públicos enfrentan abierta y públicamente  al crimen organizado, por ello deben contar con la seguridad que requieren para realizar su trabajo; de lo contrario ellos, y todos nosotros, seguiremos siendo presas del temor. Temor que ha provocado ya la renuncia de varios servidores públicos en estados como Guerrero, Morelia y Tamaulipas.  
Lo anterior lleva indiscutiblemente a la siguiente pregunta: ¿Por qué ellos –los funcionarios de gobierno– sí, y yo –ciudadano– no? Un cuestionamiento ciertamente válido y justificable, pues, primero que nada, tomos somos igualmente ciudadanos. Segundo, se puede argumentar que de existir un gobierno eficaz, capaz de proveer mejores condiciones de seguridad, no sería necesario el dotar de seguridad ‘especial’ o ‘particular’ a los funcionarios públicos. Más aún, como se ha visto no sólo en México sino en todo el mundo, el otorgar –o seguir otorgando– condiciones especiales a funcionarios públicos, propicia en algunos, más no asegura en todos, el desarrollo de despotismo político.
Entonces, ¿qué hacer? Desde mi punto de vista, no hay respuesta plenamente satisfactoria. Cualquiera que sea, su respuesta nos habrá forzosamente llevado a escoger entre ‘el mejor de los males’. El proteger a los funcionarios públicos, otorgándoles autos blindados y escoltas, entre otros, ha generado actos de prepotencia como el encabezado por los escoltas de la diputada Esthela Damian en 2011.   Por otro lado, ¿qué hacer entonces en el caso de estados como Tamaulipas, donde el alcalde de Hidalgo, Marco Antonio Leal, y el candidato al gobierno del estado, Rodolfo Torre Cantú, fueron asesinados en 2010? ¿En Guerrero, donde el candidato a diputado, Margarito Genchi, y el regidor de Cuajinicuilapa, Concepción Villareal, fueron asesinados este año? Decidir no proveer de seguridad especial a dicho tipo de funcionarios garantizará el riesgo a su persona y familiares, los orillará a negociar con el crimen organizado y propiciará la continuidad –si no empeoramiento– del actual estado de inseguridad al que justamente queremos vencer.
Como dije previamente, responder dicha pregunta resulta complicado. Definitivamente el ‘blindar’ a todos nuestros servidores públicos no es la respuesta, de hecho sería inaceptable e inviable.  El dejarlos buscar su propia seguridad, como lo propone Abel Espín, coordinador del PRD en Morelos, tampoco es opción. Desde un punto de vista personal, la respuesta engloba dos factores principales. Primero que nada, es indiscutiblemente necesario el que el Estado garantice la seguridad de los funcionarios públicos. Sin ello no se podrá asegurar el respeto a los derechos políticos o libertades civiles en México, muchísimo menos el cambio socio-político positivo que la sociedad demanda. Segundo, y aún más importante, se requiere de funcionarios capacitados, con real vocación y sentido de servicio público, que no consideren al gobierno el medio para obtener privilegios personales a costa del beneficio e interés público. 

Sin duda, un tema controversial.

México: ¿“Des-impunidad” selectiva o justicia bajo presión?


By Jose Angel Garcia
(The University of Sheffield)

El tema del narcotráfico en México se ha convertido ya en la noticia más importante sobre nuestro país. Diariamente reportajes, editoriales, columnas de opinión, etc. en medios nacionales y extranjeros nos recuerdan lo que –inconvenientemente– se ha convertido en el actual rasgo distintivo de nuestro país: 50,000 muertos desde 2006. Mujeres y hombres en diferentes partes de México se han convertido en parte de la estadística –desactualizada– de ‘fallecimientos por presunta rivalidad delincuencial’. Sin embargo ¿qué es lo que conoce el gobierno acerca de sus asesinos? ¿Algún ‘presunto’ responsable ha sido identificado o sancionado?

Desafortunadamente, la provisión de justicia en México aún no es tan efectiva como en países de Europa Occidental. Por ello, gran cantidad de delitos, incluyendo los miles de homicidios antes mencionados, quedan impunes. De acuerdo a cifras de ONGs, a nivel nacional menos de dos de cada 10 homicidios son resueltos en México; siendo Chihuahua, Durango, Sinaloa y Guerrero, justamente los estados con mayores problemas de seguridad por el narcotráfico, los que manifiestan los peores niveles de impunidad en el país. Internacionalmente, en términos de  número de homicidios de periodistas sin resolver, el Comité para la Protección de los Periodistas recientemente colocó a México dentro de los 10 países con mayor nivel de impunidad en el mundo.

Impunidad en el mundo
Fuente: CPJ, 2012.

Lo anterior claramente nos llevaría a pensar que en México todos carecemos o careceremos de justicia cuando necesitemos de ella, pues, en la mayoría de los casos, las instituciones de seguridad han demostrado ser poco capaces de disuadir, prevenir, perseguir y sancionar delitos. No obstante, casos como los condenables y lamentables asesinatos de Fernando Martí en 2008, Juan Francisco Sicilia en 2011,  y José Eduardo Moreira este año, podrían cuestionar dicha aseveración. Debido a la relevancia de los personajes involucrados (empresarios, dirigentes políticos y personalidades mediáticas), a la presión social y a la excesiva cobertura mediática, los gobiernos locales y federal han respondido rápidamente. Diferente a los cientos, miles de casos sin resolver, por ejemplo, el de los migrantes asesinados y hallados en fosas clandestinas en 2010 y 2011, en los homicidios de Martí, Sicilia y Moreira las autoridades han cumplido (o al menos pretendido cumplir) con sus funciones al encontrar y agrupar (algunos dirían sembrando) pruebas, identificar (otros dirían fabricando) culpables y llevar a cabo los arrestos correspondientes.

Al decir lo anterior no pretendo negar la realidad acerca del nivel de injusticia e inseguridad prevaleciente en nuestro país. Muchísimo menos presentar a las instituciones de seguridad y justicia, dígase la Secretaría de Seguridad Pública y la Procuraduría General de la República junto con sus Ministerios Públicos, como instituciones modelo. Por el contrario, considerando los recientes sucesos, es necesario evidenciar que lamentablemente nuestro actual sistema de provisión de justicia promueve lo que yo llamaría una des-impunidad selectiva. Es decir, a pesar de que nuestras instituciones han demostrado poder ser capaces de responder y actuar rápida y, en algunos casos, eficazmente, nuestro sistema de justicia parece ser únicamente reactivo a las demandas de aquellos actores capaces de organizar y movilizar la opinión pública para ejercer suficiente presión social sobre el gobierno.  

Con ello vale la pena preguntarse: ¿será posible garantizar la impartición de justicia por igual a todos los familiares de las víctimas de homicidio? La respuesta es un SI, es posible, pero no probable a corto plazo. Como lo ha expresado la titular de la PGR, Marisela Morales, ‘la realidad nos ha rebasado (al gobierno de México)’. Con un Ministerio Público incapaz de investigar más del 20% de delitos en el país dado el actual crecimiento exponencial en el número de homicidios (700% tan solo entre 2007 y 2010), desafortunadamente, en el corto plazo, las instituciones de seguridad y justicia seguirán concentrándose (preferente más no únicamente) en aquellos casos que sean del mayor interés público.

Para mayor información:
México Evalúa (2012), Más delitos, más impunidad: La lógica de la injusticia en México, México, disponible en http://www.mexicoevalua.org/descargables/1ef951_fact-sheet.pdf
CPJ (2012), Getting Away with Murder, New York, disponible en: http://cpj.org/reports/2012/04/impunity-index-2012.php
Rivera, M. y CH, R. (2011), Números rojos del sistema penal, CIDAC, Octubre 2011, disponible en http://www.cidac.org/esp/uploads/1/CIFRAS.pdf