Discontinuidades burocráticas. Parte 3 de 3

Israel Aguilar Márquez
The University of Sheffield

Las discontinuidades burocráticas en la administración de Peña Nieto comenzaron antes de su toma de protesta. El equipo de transición del presidente electo desde hace algunos días hizo pública la propuesta de modificaciones estructurales para la Administración Pública Federal. Sin embargo, la configuración institucional y organizacional de la burocracia federal es definida por la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y su modificación depende sólo del Congreso de la Unión. El jueves de la semana pasada, 22 de noviembre de 2012, las Comisiones Unidas de Gobernación y de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados aprobaron las reformas a esta ley. El pleno de San Lázaro lo aprobó al día siguiente. La iniciativa se turnó entonces al Senado de la República, donde las discusiones y negociaciones se han detenido.
¿Cuáles son los cambios más importantes que proponen los priístas para la administración que iniciará en un par de días? Son dos las modificaciones más relevantes. En primer lugar, la propuesta contempla la desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública y que la función de seguridad sea responsabilidad de la Secretaría de Gobernación. En segundo lugar, se plantea la desaparición de la Secretaría de la Función Pública y la creación de la Comisión Nacional Anticorrupción, Organismo Público Autónomo. Además, algunas funciones de fiscalización del erario pasarían a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
La función de la seguridad pública
Los problemas en materia de seguridad pública no son recientes. Sin embargo, en la década de los años noventa se comenzaron a emprender acciones desde el ámbito federal de gobierno para darles solución. Uno de los primeros avances, en la recta final del sexenio de Ernesto Zedillo, fue la centralización de mandos policiales con la creación de la Policía Federal Preventiva. Sin embargo, los problemas existentes implicaban cambios profundos. Antes de la toma de protesta de Vicente Fox, se había aprobado la creación de la Secretaría de Seguridad Pública.
Así, la SSP federal concentró las funciones en materia de seguridad que dependían de la Secretaría de Gobernación, incluyendo el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (aunque regresó a la SEGOB en 2009). Sin embargo, los avances decisivos en materia de seguridad pública se realizaron en el sexenio de Felipe Calderón. A partir de 2006 no sólo se incrementó el presupuesto destinado a este rubro, además, se creó la Policía Federal, primer esfuerzo en México de crear un cuerpo de seguridad nacional con carácter civil, profesionalizado, con funciones de investigación e inteligencia (trascendiendo aquellas meramente reactivas). También se diseñaron sistemas tecnológicos de gestión y difusión de la información en materia criminal para los tres ámbitos de gobierno («Plataforma México»). Finalmente, hace un par de semanas, fue inaugurado el Centro de Investigación y Estudios en Seguridad (CIES), para fortalecer el trabajo académico en temas de seguridad pública en México.
La reincorporación de las funciones de seguridad pública a la Secretaría de Gobernación tiene la ventaja de ser una estructura que Peña Nieto conoce. En 2006, cuando el presidente electo se desempeñaba como Gobernador del Estado de México, se creó la Agencia de Seguridad Estatal, como organismo desconcentrado de la Secretaría de Gobierno mexiquense. Sin embargo, también nos hace recordar la etapa más oscura del régimen que creíamos superado, donde existía una policía con fines políticos, encargada de perseguir a los críticos del sistema y acallar las voces discordantes. Por ello, los grupos parlamentarios del PAN y el PRD en el Senado han manifestado que sólo aprobarán la propuesta mientras se garanticen «controles democráticos», entre ellos que los tres funcionarios principales de la Secretaría de Gobernación sean ratificados por el Senado, al igual que los jefes policiales, y que se ofrezcan informes periódicos a la Cámara de Diputados.
La seguridad en la función pública
La historia de la Secretaría de la Función Pública inicia en 1958. Durante el gobierno de Adolfo López Mateos se creó la Secretaría de la Presidencia de la República con el fin de concentrar la planificación y coordinación de las estrategias de la administración federal. En 1976, López Portillo cambió sus funciones y denominación, para crear la Secretaría de Programación y Presupuesto. Esta dependencia llegó a concentrar tal poder e influencia que los últimos tres presidentes priístas del siglo XX fueron sus titulares durante el periodo de gobierno de su antecesor. En 1992, durante el sexenio de Salinas de Gortari, desapareció la Secretaría de Programación y Presupuesto, absorbiendo sus funciones la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Sin embargo, hacía falta una entidad coordinadora que diera coherencia a las estrategias y acciones de la administración pública. Así, en 1994, la Secretaría de la Contraloría General de la Federación cambia su nombre y adopta la función de armonizar la burocracia. Entonces, fue creada la Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo (SECODAM).
La SECODAM, durante su existencia, se centró en la función de contraloría, descuidando el desarrollo de la gestión pública, por lo que en 2003 se creó la Secretaría de la Función Pública. Sus principales funciones, además de revisar el ejercicio del gasto público, eran la organización y coordinación de los sistemas administrativos federales, administración del Sistema de Servicio Profesional de Carrera en la Administración Pública Federal, investigar las conductas de los servidores públicos que pudieran implicar responsabilidad administrativa, establecer las directrices para los sistemas de control y evaluación, entre otras.
En 2009, el Presidente Calderón propuso desaparecer la Secretaría de la Función Pública, junto con la de Turismo y Reforma Agraria, como parte de una estrategia de austeridad en el sector público después de la crisis financiera mundial de septiembre de 2008. Sin embargo, esa iniciativa fue rechazada por el Congreso de la Unión. Actualmente, en la Cámara de Senadores, la discusión para su desaparición y el establecimiento de la Comisión Nacional Anticorrupción radica en el hecho de que no puede desaparecer la primera sin que se instaure la segunda. La iniciativa aprobada en la Cámara de Diputados contempla en los artículos transitorios que la Secretaría de Hacienda asumiría temporalmente sus funciones, hasta la creación de la Comisión Anticorrupción.
De esta manera, lo que parece ser la nueva configuración de la administración pública federal centralizada presenta dos entidades que concentrarán el poder político y financiero del Estado mexicano. No es ilusorio pensar que el próximo candidato presidencial del PRI surgirá de la Secretaría de Gobernación o la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Sin la adecuada estructura de contrapesos para fiscalizar las dependencias gubernamentales, se mantiene latente la amenaza de volver a un momento político que creíamos superado. Hubo quienes hablaron del fin del presidencialismo en México (Nacif, 2004), algunos se aventuraron a decir que la transición a la democracia había concluido (Lujambio, 2001: 277). Lo cierto es que el andamiaje institucional sobre el que se sostiene el Estado mexicano sigue siendo endeble. Los gobiernos federales poco han contribuido para preservar las buenas prácticas dentro de la gestión pública, y corregir las insuficiencias por medio de aproximaciones sucesivas. Seguimos reinventando el gobierno cada seis años.

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